Un poco más, y me alboroto.

Te quiero mi pequeño.
Quizás empiecen a gustarme los números impares.

Creo en ti, no creo en Dios..

Y no quiero despertarle cuando duerme así, sus manos escondidas en mis caderas, su nariz pegada a mi nariz. Con su respiración, suave, muy suave, resoplando en mi nuca. Erizándose mi piel, acorde con su barba. Esa combinación de piernas, nuestra combinación, se convierte en algo digno de presenciar. En silencio, nos observo en silencio, nunca me gustó tanto su desnudez. Nuestra desnudez. Nada antes me pareció tan bello, tanto como la entrega de dos cuerpos conociéndose, o mejor dicho, reconociéndose cada vez mejor. Mi mirada acaba en la alianza de nuestros pies, acurrucándose del frío.
Y volvió, sí, esa felicidad plena que un día quiso desaparecer, que decidió abandonarme a la merced de nadie. Volvió porque Él supo como atraerla, lo intentó todo y más.Y sí, lo consiguió. Que más pedir, si me faltan cuerdas para retenerlo a mi vida..
Una vez más, tu cuerpo ha vuelto a deslumbrarme, como lo hicieron tus labios aquella vez.